• El periodista Diego Petersen y su hija, la artista visual Renata Petersen, hablaron sobre la vida y obra del autor: en especial, de su obra Cubo de herrumbre

La obra escultórica Cubo de herrumbre, de Fernando González Gortázar, es un reflejo de lo multifacético del talento y los intereses intelectuales que siempre distinguieron al arquitecto y escultor tapatío; pero, sobre todo, es el espejo del gran sentido del equilibrio que mostró en todos los campos de la vida y que lo hicieron un gran ser humano.

Así lo consideró el escritor y periodista Diego Petersen durante la charla “González Gortázar x Los Petersen”, que se llevó a cabo el martes por la tarde en el Museo Rufino Tamayo dentro del ciclo “La colección comentada”, a propósito de la obra Cubo de herrumbre, de González Gortázar, que se encuentra en la entrada del Museo Rufino Tamayo, en el Bosque de Chapultepec, como parte de su Colección Permanente.

En una charla en la que el periodista tuvo como interlocutora a su hija, la artista plástica Renata Petersen, se refirieron a esta obra escultórica realizada en 1980 por González Gortázar y, a partir de ahí, se refirieron también a los múltiples intereses del artista como la botánica, la zoología, el urbanismo, la arquitectura y el arte, así como a las influencias recibidas de arquitectos europeos.

«Estamos felices de comentar acerca de la obra Cubo de herrumbre; pero, más que nada, de comentar a Fernando González Gortázar», dijo de entrada Renata Petersen, artista visual egresada de la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado La Esmeralda, del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL).

Cubo de herrumbre, pieza escultórica en hierro, se inauguró junto con el museo en 1980. Es una pieza muy especial y particular —aseguró Renata Petersen— porque parece como si fuera un meteorito que ha caído en medio de la explanada del museo: un cubo que cae en un solo vértice, y quien la observa tiene la sensación de que en cualquier momento puede caer de lado; pero habría que recordar que el equilibrio en lo geométrico es uno de los temas recurrentes en la obra de González Gortázar.

Coincidieron en que el interés del artista tapatío por lo geométrico y el equilibrio “viene de haber sido alumno de Mathias Goeritz y de Luis Barragán y de toda la Escuela de Arquitectura de Guadalajara. Mi padre, como yo, fuimos cercanos a Fernando y lo quisimos mucho. Él lo entrevistó varias veces”, destacó Renata.

Diego Petersen destacó que González Gortázar tenía una gran pasión por el cubo y las formas geométricas en general; y, si algo representó su obra, fueron los cubos: “A mí me parece que esta atracción tiene que ver con lo multifacético de su talento, de sus intereses. Él tenía muchos amigos, le gustaba la poesía, el urbanismo, y creo que todo eso se refleja en las diversas caras que tiene el Cubo de herrumbre”.

Pero agregó: «Me parece que, sobre todo, podemos encontrar, tanto en su vida como en el cubo, un gran sentido del equilibrio, un equilibrio muy delicado, porque él siempre tenía una preocupación nueva, una nueva pasión que le inquietaba y estaba pronto a realizarla», dijo el escritor y periodista.

Por otro lado, Diego Petersen destacó la influencia que González Gortázar tiene entre las nuevas generaciones de arquitectos y escultores, de la misma manera como en él influyeron los grandes arquitectos europeos que llegaron a Guadalajara en los años cincuenta del siglo pasado, cuando se fundó la Escuela de Arquitectura.

González Gortázar irrumpió en el panorama de la arquitectura en México —basado en las enseñanzas de los arquitectos europeos— con el uso del concreto, cuando lo que imperaba entonces era el acero. Experimentó su uso en obras como La gran puerta (1969) y la Fuente de la hermana agua (1970), cambiando la forma de hacer obra en Guadalajara.

A la vez, dedicaba mucho tiempo a dirigir un programa de radio sobre música vernácula en Radio Universidad, a escribir libros, colaborar en revistas y diversas publicaciones especializadas —como la primera columna periodística de Ecología en el periódico La Jornada—, y era muy conocida su meticulosidad a la hora de redactar y revisar textos: “Era un gran intelectual en el más amplio sentido de la palabra”, concluyó Diego Petersen.